De Gerona al 'tuto'

Al ‘tuto’

El Instituto Ramiro de Maeztu –el Ramiro- es o fue de los más famosos de la capital junto al Isabel la Católica –Isabel la Alcohólica. Ambos son recuerdo de aquel tiempo en que los catedráticos de instituto no eran un patriciado intelectual pero sin duda eran gente muy formada. Eran los esfuerzos por hacer una educación pública a la francesa, con un cierto sentido del honor. El Ramiro, en fin, tuvo por gloria alumbrar a un equipo deportivo –creo que de baloncesto. Curiosamente, no ha sido sometido a ninguna poda nominal en virtud de una memoria histórica intelectual por la cual Ramiro de Maeztu es una abominación y Dolóres Ibárruri un ejemplo. El Ramiro tuvo entre sus alumnos a la princesa Letizia en sus tiempos vulgares –un instituto de secundaria no es, desde hace muchos años, un lugar de eminente vocación intelectual o estética-, y tuvo, entre sus profesores, al primer marido de Letizia Ortiz, un profesor de literatura con el que la princesa puso fin a su idealismo.

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A sus cuarenta y dos años recién cumplidos, el príncipe de Asturias ya no es aquel muchacho inmaculadamente rubio que toda madre soñó para sus hijas. Ahora, como otros príncipes de Europa, vive un plazo de vacaciones indefinidas previas al acceso al trono. Mientras tanto, cumple y cumple bien con su papel institucional, afecto a la recomendación de Talleyrand de no poner en nada mucho celo. Cultiva la imagen de joven tempranamente maduro tan adecuada a su edad y condición, posando como padrazo en cárdigan los fines de semana, no muy distinto a esos progresistas a los que la vida les enseñó el conservadurismo. Un palacio ni siquiera adosado a La Zarzuela, alguna cena relajada y pocas copas.

Izquierdas o derechas

En sus Aforismos al Tácito Español, libro que no conoce su mejor siglo, Baltasar Álamos de Barrientos recomienda a los gobernantes no prestar oído a habladurías. Si la princesa Letizia “lee todo lo que se dice de ella”, quedará en la prisión de la opinión ajena, alimentando una inseguridad en su actuación a cada paso. Ahí debiera hacer más caso a la libertad que –por ejemplo- se concedía María Antonieta al fingir ordeñar una vaca o hacer de pastora en su “hameau”. Al fin y al cabo, el desdén siempre ha sido principesco. Es uno de los rasgos absolutistas que habían quedado de las viejas monarquías y que resulta la actitud más práctica para tratar con la prensa. En cuanto a la entrevista con Yo Dona, “por no ser ni de derechas ni de izquierdas”, tal vez tenga algo de peaje a estos tiempos, pero el hecho de no ser de derechas ni de izquierdas no implica que deje de ser, como todas las revistas de su género, la abominación de la desolación. El porqué sería largo de explicar.

Abdalá II

Se caen muchos mitos en torno a Rania de Jordania cuando uno sabe que es que muchas jordanas son así aunque menos gucci-adictas. En todo caso, la visita de Abdalá II a Madrid es intrínsecamente positiva por el papel de Jordania como aliado en la zona, papel algo zarandeado en los últimos tiempos tras saber que algún jordano –luego terrorista- colaboraba con la CIA. Eso no gusta en lo que se suele llamar “la calle árabe”. Cabe rezar porque el presidente del Gobierno no le sople ninguna de las ideas de Moratinos sobre Oriente Medio. Recemos, pues, con el magnífico lema que adorna la cúpula de la basílica de Argel: Notre Dame d’Afrique, priez pour nous et pour les musulmans.

Príncipe de Gerona

 

Su heroísmo del pasado no impide que Gerona capital vaya a ser ahora la capital de los comicios de los independentistas catalanes. Como contraataque de entendimiento hispánico, se pone en marcha la fundación Príncipe de Girona, con el propio don Felipe ilusionado y atento a su desarrollo. La noticia es de una excelente normalidad en tiempos más bien de convulsión. Cabe sospechar que no pocos empresarios catalanes buscarán la adhesión monárquica por razones más prácticas que sentimentales y, en todo caso, tan legítimas como las de aquellos bodegueros que, en tiempos de la Restauración, dedicaban sus mejores cuvées de cava a la monarquía.

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