Equivocarse y divorciarse

Fue un cascarrabias tan sabio como Lorimer el que dejó dicho que había que fiarse del gusto de las mujeres en todos los campos menos en el de la elección de su hombre. Ahí es fácil equivocarse y –vistas las consecuencias- es fácil también pensar que la Infanta Elena y Jaime Marichalar se equivocaron durante su matrimonio y se equivocan ahora en su divorcio.

Es demostrable: el matrimonio terminó y el divorcio sólo se está salvando por algunas discreciones misericordiosamente claves. No se sabe si, en el futuro, Marichalar será también discreto y misericordioso o si más bien terminaremos por leerle las memorias sentimentales cuando necesite pagarse el champán.

Si jurídicamente el divorcio suele ser un via crucis, los acuerdos extrajurídicos en este caso serán como la negociación de un concordato. Quien más daño puede recibir es la Casa Real. Y también será compleja la mercadotecnia del supuesto nuevo amor de la Infanta Elena, así como las gestiones para negociar la nulidad matrimonial en un momento en el que ni España es tan piadosa como era ni existe mucho margen canónico de tolerancia. Pero también en otros tiempos las cuestiones internas de los matrimonios reales y sus desavenencias se llevaban con más discreción.

 
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