Los trajes cruzados

Expertos conocedores han observado que el estilo del príncipe Felipe ha evolucionado del pijo-clásico a la española a un rasgo más italianizante, al menos en lo informal. La buena noticia para la formalidad es su apuesta –creo que reciente- por los trajes cruzados. Aparece con uno nada menos que en la nueva foto oficial. A uno le alegra mucho porque ya parecía que el único español que usaba traje cruzado era, precisamente, el rey. Quizá sea un indicio del abandono general de horrores como esos trajes de cuatro o cinco botones que estuvieron de moda. El cruzado tiene una manera de favorecer imponiendo –es otra esfera de importancia por comparación con el traje recto. Esperemos que no tarden en copiar la tendencia principesca los elegantes del país.

Más comunicación

Parece que los cambios implican aceleraciones. De la entrevista o no entrevista a Vanity Fair, seguramente la pregunta clave es si era necesaria –estratégicamente necesaria. Que cada uno conteste según su prudencia. Otro cambio en la comunicación es el detalle de entrevistas y temas –no contenidos- en las entrevistas del rey. Es algo en lo que, dicen, se habrá de poner mucho cuidado en las primeras semanas, hasta que pase a ser costumbre. En todo caso, la discrecionalidad del rey en sus funciones implicaba –a efectos prácticos y míticos- la discreción.

Pitadas

El público de Barakaldo difícilmente representaba más que a una cierta canalla ultra, envalentonada por la dinámica grupal, en este caso filobatasuna. Es decir, hubieran pitado no ya a los reyes sino a naranjito –cualquier cosa o persona que pudiera identificarse con España. Peor lo pasó el rey en el País Vasco décadas atrás, en Guernica, para luego cosechar aplauso unánime por su actitud. Como ahora. 

Cuba

La presunta venta de Cuba a EEUU por parte de Prim tiene algo de sorpresa: por entonces, 1866 (fecha de brandy), Cuba no era la hija sino la novia de España, y un filón de riqueza, ante todo para catalanes como Prim. Después de esa presunta venta, España estaría casi dos décadas en intermitencia de guerra, con episodios heroicos, cruentos y también chuscos –pero es una maravillosa historia sentimental. En el palacio de los capitanes generales de La Habana aún se guarda un trono para el rey de España, en el que don Juan Carlos –a invitación de Fidel- rehusó sentarse. Y emociona ver aquellas banderas de los voluntarios monárquicos de Sancti Spiritus. Qué bonito sería que hubiera algún legitimista cubano.

 
Portada
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato