Los tontos de la Pompeu Fabra

Quizás –es mucho supone- no sean tontos como personas, pero dese luego son tontos como universitarios y hasta como republicanos.

Como universitarios, su actitud no tiene un pase. La Universidad es, por antonomasia, ámbito de tolerancia, de confrontación de ideas, de controversia y discusión en busca de la verdad. La dialéctica y la inteligencia han de presidir cualquier acción proveniente del aula. Los que han votado el veto tienen poco de universitarios.

Aunque sólo sea por curiosidad sería interesante acceder a sus respectivos expedientes académicos y comprobar el curso en el que están matriculados y hasta cotejar los años que llevan de matrícula en la carrera que han elegido. A lo mejor, son alumnos aventajados y hasta ejemplares,  pero es de temer que no se encuentren entre los primeros de la clase.

Cuando un universitario –por republicano que se considere- decide vetar la presencia de miembros de la Familia Real en su universidad, está desconociendo -además de la esencia de la Jefatura del Estado en cualquier país civilizado-  la misma razón de ser de su republicanismo al que tiene, faltaría más, todo el derecho.

Cundo un ciudadano hace gala de sus ideas políticas vetando una de las instituciones legítimas de su país está dando claras muestras de que su ciudadanía, y el concepto que tiene del ejercicio de sus derechos son, más bien, escasos y pobres.

En las pasadas semanas SS.A.RR los Príncipes de Asturias protagonizaron en el Museo Guggenheim de Bilbao, el homenaje al vasco Diego María de Gardoqui, que fue el primer embajador español en los Estados Unidos. Asistió el Lehendakari y los muros del museo resistieron.

Hace unos días, S.A.R la Infanta doña Cristina, presidió en la Universidad de Barcelona el acto de académico de investidura, como doctora honoris causa, de la esposa de Nelson Mandela. Y lo hizo bien y no pasó nada.

Los que parecen que no pueden resistir la presencia de la Familia Real en su universidad son el grupito ‘tontorepublicano’ de la ‘Pompeu Fabra’. Calla el molt honorable Montilla y se refugia en su toga el rector a la espera de mejores tiempos.

Lo que pasa es que con estos tontos de libro –nunca mejor dicho- los buenos tiempos van a tardar en llegar a la ‘Pompeu Fabra’.

 
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