El "patrón" y el marinero

Don Juan Carlos lo ha vuelto a remarcar en menos de dos semanas. La primera vez lo hizo en el mensaje de Navidad. La segunda ha sido en el marco solemne, por especial y único, de la cena con motivo del setenta cumpleaños. La repetición es, por tanto, sintomática.

Sólo haber sentado a la mesa a tantas, tan diferentes y, en muchos casos, enfrentadas personas, ya convirtió en un éxito la cena homenaje. Sólo por ver a Ibarretxe aplaudiendo, y hasta brindando como uno más por España, ya mereció la pena la celebración. Pero es que, además, esa noche pasaron un par de cosas trascendentes.

La primera, las palabras del monarca. Obligados eran los párrafos de agradecimiento de don Juan Carlos a los allí presentes, y en su persona a todos los españoles, artífices del largo periodo de paz y crecimiento que ha experimentado este país. Pero lo más relevante fue esa referencia a que se siente con fuerzas para seguir con el trabajo encomendado.

La segunda, y quizá más novedosa, fue la intervención del príncipe Felipe, por sorpresa (su padre no lo sabía), saltándose el protocolo, pero leyendo una pieza que estaba muy pensada.

Ha sido uno de los discursos más hondos y comprometidos escuchados al príncipe. Por el momento y los circunstantes, pero también por el tono, por los pliegues personales que dejó al descubierto, por esa indiscreción familiar de decir que en casa le llaman “patrón”. Y también por el modo como lo pronunció, lleno de convicción, fuerza y emoción contenida.

El tono de confidencia que tuvieron sus palabras, ese “gracias, querido patrón”, la cercana descripción del carácter de su padre y su afición a improvisar, y hasta la atrevida referencia al andar “un poco ralentizado”, dieron a la intervención un carácter inusual.

Aunque lo significativo fue la ratificación del mensaje de continuidad, cuando confirmó también que el rey “sigue lleno de vitalidad y con ganas de continuar en la brecha”. Había anunciado que iba a hablar como heredero y como hijo, y la referencia a la continuidad de su padre en el trono, sin cesiones ni abdicaciones a la vista, implica por tanto un pleno asentimiento a ese plan.

Hay que deducir, pues, que el asunto de un eventual traspaso de poderes ha sido abordado en el ámbito de la familia, y que se ha llegado al consenso de que don Juan Carlos sigue teniendo un papel que cumplir, sin urgencias por un relevo que quizá no es el mejor momento de afrontar. El "patrón" sigue en la brecha. Ya le llegará al marinero su momento.

Alguien ha querido ver en el “reenganche” de don Juan Carlos un menoscabo para el sucesor, con el argumento de que muestra una falta de confianza en las capacidades del hijo. No hay tal. Verdad es que en alguna ocasión se escuchó al rey que los setenta años podían ser frontera para ir pensando en la despedida, pero también es cierto que ésta no es la coyuntura. No porque se dude de las posibilidades de Felipe de Borbón, cuanto porque su padre quiere dejar como herencia un futuro garantizado; quiere terminar la tarea y, entonces, entregar los poderes con todas las garantías.

 

(La Gaceta de los Negocios, 12 de enero de 2008) 

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