La monarquía tiene el techo de cristal

El paradero de los príncipes de España ha sido una de las incógnitas de esta Semana Santa, después de que Hola publicara la exclusiva de que se encontraban esquiando con sus hijas, las infantas Leonor y Sofía, pero sin revelar en qué lugar del mundo, si en España o en el extranjero. Y les acompañaba, según las fotografías, Paloma Rocasolano, madre de Letizia y abuela de las dos niñas. Pocas fechas antes, ellos decían a quienes les preguntaban que pensaban a pasar unos días en la finca de unos amigos.

Igualmente, se desconocía donde paraban tanto el rey como la reina. De doña Sofía sólo se supo que había estado en Salzburgo con su hermana Irene, para asistir a una representación de La Pasión según san Mateo, de Juan Sebastián Bach. De don Juan Carlos, se contaba que se encontraba en casa de unos amigos, sin más precisiones.

Las llamadas que, desde los medios de comunicación, se hicieron esos días a los servicios de prensa de La Zarzuela no encontraban ninguna respuesta sobre el paradero y situación de los distintos integrantes de la familia, con el argumento de que, o no lo sabían, o en todo caso se trataba de un asunto privado y del que por tanto no podían facilitar ninguna información.

Con anterioridad, desde esos mismos servicios se había anunciado que la Familia Real iba a pasar las vacaciones de Semana Santa en Palma de Mallorca, en Marivent, pero la realidad era que el palacio residencia real se encontraba vacío y cerrado a cal y canto.

Así que, durante varios días, las preguntas sobre el paradero del rey, los príncipes y las infantas no obtenían ninguna respuesta. Por si fuera poco, la agenda de actividades de la Familia Real para esta semana aparecía en blanco. Es decir, sin un solo acto que atender.

Poco a poco, se fueron aclarando algunos detalles, pero no por la vía oficial de La Zarzuela. Se supo que los príncipes y sus hijas estaban esquiando en los Alpes suizos. Y a fin, a mediodía del jueves, don Juan Carlos y doña Sofía llegaron finalmente a Palma y se trasladaron a Marivent. Los príncipes y sus hijas lo hicieron el sábado, para marchar a continuación a su residencia de Son Vent, dentro del complejo de Marivent igualmente.

El domingo de Resurrección, los reyes, junto con los príncipes de Asturias y sus hijas, asistieron a la tradicional misa de Pascua, que ofició el obispo de Mallorca, Jesús Murgui, y se tomó la habitual foto de familia, por segundo año sin las infantas Elena y Cristina.

La extraña situación a la que me estoy refiriendo, de falta de noticias, desconcierto y aun informaciones contradictorias, sobre dónde estaban los miembros de la Familia Real provocó que pudieran leerse en algunos medios nacionales afirmaciones como “tampoco en el palacio de La Zarzuela han querido informar de su paradero”. Y otras que decían “La Casa Real cierra por vacaciones”, aludiendo a la falta de actos oficiales en la agenda de la semana. Algo nada conveniente para la buena imagen de la Familia Real.

Se ha escrito que las monarquías afrontan hoy una dificultad singular, que nunca habían tenido que manejar antes: la existencia de una opinión pública generalizada, que provoca que se vean sometidas al continuo escrutinio de unos medios informativos cada vez más exigentes. Y no son pocos los que apuntan que la institución encontrará serias dificultades para sobrevivir a esa circunstancia. En fin, que las monarquías tienen hoy el techo de cristal.

 

Las monarquías, pues, se han convertido en transparentes, con las dificultades que eso provoca. Y sus miembros tienen que saberlo, para así obrar en consecuencia. Con todo lo que supone a la hora de fijar sus conductas, de escoger sus amistades, o de dar cuenta cumplida y detallada de lo que hacen.

Por eso, no resulta admisible, en una sociedad democrática, que no se sepa dónde se encuentran todos y cada uno de los miembros de la Familia Real. No es asumible que los servicios de prensa desconozcan su paradero, cuando la realidad es que la monarquía se sostiene, en todos sus aspectos, con la contribución de los ciudadanos, que son quienes pagan los gastos que supone la institución.

Las familias reales deben entender que no son autónomas. Y que ya ninguna de sus actividades son eventos privados, en la medida en que se soportan con el dinero los contribuyentes, incluidas las vacaciones. Se trata de una rutina que tendrán que aprender, si quieren transitar con tranquilidad a lo largo de este democrático y global siglo XXI.

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