Al cole de mayores

Una vez más la Infanta Leonor ha sido noticia. La primogénita de los Príncipes de Asturias ha comenzado el colegio, ha dejado atrás la guardería y se ha mostrado ante la prensa y los fotógrafos con su desparpajo habitual.

Todos los medios se han hecho eco de la noticia y las revistas del ‘couché’ han publicado reportajes en los que se destacan las palabras de la Infanta de la mano de sus padres: ‘empiezo el cole de mayores’.

Extraña que la noticia y los posteriores reportajes no hayan remarcado el hecho de que la Infanta Leonor -salvo que tenga un hermano varón y la Constitución no se reforme en su momento- es la heredera del trono y, en su día, será Reina de España. En ese contexto, toda su biografía y su formación desde los primeros pasos tienen una trascendencia que no puede pasar desapercibida para la opinión pública.

Cuando nació la Infanta, esos mismos medios que ahora parecen mirar para otro lado, hablaban de ella como la heredera de su padre y, por tanto, heredera de la Corona. Surgieron las voces que apoyaban la reforma inmediata de la Constitución, para ajustar la sucesión a la igualdad de derechos entre hombres y mujeres e incluso los constitucionalistas discutían sobre los posibles conflictos que podían sucederse de no afrontar la reforma casi con carácter urgente.

Esas voces se apagaron en parte por las declaraciones del Príncipe de Asturias, que no veía esa urgencia y que aconsejaba tranquilidad. Pero hay que pensar en alguna o algunas razones más, de las que no puede excluirse una corriente de opinión que, si no se cuestiona la monarquía de forma inmediata, la contempla como algo caduco, antiguo y a extinguir en medio de la pretendida modernidad que nos invade y , en consecuencia, ven hipotética y muy improbable la llegada al trono, en su momento, del Príncipe de Asturias y, lógicamente, la de su heredera.

Ocurre que no es bueno para la política en España que se ponga en tela de juicio de manera frívola la sucesión y la continuidad de la forma de Estado que nos dimos todos los españoles.

Esa forma de Estado ha sido suficientemente legitimada por la trayectoria de don Juan Carlos, por la de la Reina y por la de los Príncipes de Asturias, y es, cuando menos aventurado, cuestionarla desde posiciones de republicanos trasnochados y nostálgicos o, lo que es peor, desde tribunas periodísticas desacreditadas, escasas de rigor y sobradas de rencores personales.

 
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