Los amores secretos de la reina Victoria y su sirviente indio

p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal { margin: 0cm 0cm 0.0001pt; font-size: 12pt;"Times New Roman"; }div.Section1 { page: Section1; } Después de la muerte del príncipe Alberto, Victoria se hundió en una depresión. La popularidad de la reina cayó a su nivel más bajo, pero los éxitos políticos de un ministro como Disraeli le devolvieron el amor del pueblo y también el gusto por la vida. Se dice que también contribuyó a ese súbito florecimiento vital la presencia de John Brown, un escocés que le decía exactamente lo que pensaba sin respetar las fórmulas de cortesía.

Durante tiempo, la figura de Brown permaneció en la sombra, hasta que en años recientes, un libro, Victoria`s Highland Servant, y una película, Mrs. Brown, lo rescataron del olvido. En vida de la soberana la relación entre ambos había sido una fuente de escándalo y de rumores malintencionados. El trato desenfadado y despojado de protocolo de Brown le había ganado el afecto del príncipe Alberto y de la reina, quienes apreciaban el sentido del humor y los conocimientos sobre caza y pesca de Brown. Además, Victoria compartía con su caballerizo el gusto por la vida al aire libre y las largas cabalgatas que tenían como fondo los hermosos paisajes escoceses.

Tras la muerte del príncipe, la intimidad que se estableció entre Victoria y Brown dio origen a una ola de rumores, escandalosos en la era victoriana. No sólo se dijo que los dos eran amantes, se llegó a afirmar que se habían casado en secreto. No eran pocos los súbditos de Victoria que, en privado, la llamaban “la señora Brown”. John Brown murió antes que la reina. La ausencia del servidor la dejó desolada. Victoria le hizo levantar un monumento y, se dice, ordenó poner todos los días una rosa fresca sobre la almohada donde había dormido su amigo.

“Él es tan bueno y tan caballero, y tan comprensible… realmente sabe hacerme sentir bien”. Estas palabras que la reina Victoria confesaba ante su nuera la princesa Luisa de Connaught, en 1888, no deberían ser sorprendentes en una de las mujeres más románticas de la monarquía inglesa, de no ser porque tienen como musa inspiradora a su joven sirviente musulmán Karim Abdul, que a pesar de los grandes esfuerzos de los cortesanos, se convirtió en el más fiel confidente de la amargada reina viuda. Todo esto se ha podido conocer tras el descubrimiento, por parte de la historiadora Shrabani Basu, de un diario íntimo que luego utilizó para su libro “Victoria y Abdul”, que narra la relación de la reina y su alto y hermoso sirviente musulmán. El periódico inglés Daily Telegraph da cuenta del archivo e indica que el rápido ascenso de Karim dentro de la Corte despertó la sospechas de muchos cortesanos y miembros de la Familia Real, acerca del romance de ambos.

El joven Karim tenía sólo 24 años cuando desembarcó en Inglaterra, proveniente de Agra, en 1887, para servir en la mesa de Victoria, como parte del regalo que los súbditos indios concedían a la reina con motivo de sus 50 años de reinado, y tardó apenas unos meses para convertirse en uno de los personajes más influyentes en la vida de Victoria, el puesto de “Paje Indio a la Reina Emperatriz” por un salario de 12 libras al mes. Al poco tiempo, el sirviente comenzó a acompañar a Victoria en sus viajes por Europa, donde fue presentado a primeros ministros, reyes y miembros de la realeza, y poco después Karim ya contaba él mismo con sus propios sirvientes, llegando en 1893 a disponer del carruaje privado de la reina para uso personal.

La historiadora cuenta que en cartas escritas por Victoria a Karim, ella le escribe como “tu adorada madre” y “tu amiga más cercana”, y culmina las misivas “con gran cantidad de besos”. En una serie de escritos personales del sirviente indio, éste confesó sentir un amor “maternal” con Victoria, a quien llamaba “Reina Emperadora” o la “Gran Emperadora”. “Mientras escribo mi vida no puedo dejar de pensar en los muchos honores que me dio Su Majestad. Rezo al Todopoderoso para que siempre bendiga a nuestra Reina Emperadora”, agregó Karim.

“Indudablemente era una relación apasionada”, declara Shrabani Basu, quien agrega que Victoria incluso llegó a pasar una noche sola con Karim en una cabaña en las tierras Altas de Escocia, en un hecho que conmocionó a los cortesanos de Palacio, que buscaron ocultarlo a toda costa. El Telegraph informa que durante décadas se trató de ocultar la relación que mantenía la reina con su sirviente indio y agregó que los rumores fueron tan fuertes, que el primogénito heredero de la soberana, el príncipe Eduardo, obligó a Karim a quemar todas las cartas secretas que le había enviado a la reina. La influencia y el apego de Karim hacia Victoria llegaron a ser tan grandes que ella misma estipuló que el joven sirviente musulmán tuviera el honor de estar entre los principales dolientes cuando llegara la hora de su funeral.- DARÍO SILVA-D’ANDREA

 
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