Orden del Temple: vanitas vanitatis et omnia vanitas

La Santa Sede Apostólica se ha expresado repetidas veces, a través del Osservatore Romano, acerca de la legitimidad de organizaciones estrictamente privadas que se llaman a sí mismas “órdenes militares o de caballería” y que, con apariencia de estar ligadas a la Iglesia Católica, intentan aprovecharse de ese inexistente vínculo para repartir diplomas y cruces que carecen de validez para la Santa Sede. Las personas que las reciben de buena fe y caen en la trampa creen –quizás- que así ayudan a la Iglesia, ascendiendo, de paso, en la escala social, sin darse cuenta de que ingresar en esas organizaciones resulta en un desprestigio para sus personas y en un daño para sus economías. Suele tratarse de órdenes extintas que nunca han sido restauradas por el Papa y que, gracias a que incautos laicos de más o menos relevancia social –generalmente poca- o incluso algunos vanidosos e ilustres eclesiásticos pertenecen a ellas, “dan el pego” como órdenes verdaderas. Otras veces se trata simplemente de órdenes que quedaron en fase de proyecto sin haber llegado jamás a ser erigidas como tales. En el peor de los casos son sencillamente órdenes ficticias sin precedente alguno en la historia.

En su edición de 21 de marzo de 1952 la citada publicación vaticana llamó la atención acerca de la rimbombante terminología que asumen esas organizaciones con objeto de hacer creer al ignorante que se trata de órdenes auténticas. Así, estamos cansados de ver los títulos de Sacras, Militares, Ecuestres, Capitulares, Soberanas, Nobiliarias, Religiosas, Celestes, Angélicas, Lascárides, Imperiales, Reales… en las largas y recargadas denominaciones de estas instituciones de fantasía.

Ciertamente la ignorancia es muy osada. El desconocimiento de la verdadera historia de las órdenes de caballería y de su evolución jurídica, lleva a que muchos comulguen con ruedas de molino y acepten como bueno y auténtico lo que no lo es. A veces ese desconocimiento no es tal sino que simplemente la vanitas vanitatis et omnia vanitas luce en todo su esplendor, cuando no un interés no siempre confesable. La lista de este tipo de “órdenes” –más o menos internacionales-, es larga, y entre ellas figuran algunas “órdenes del Temple” que, utilizando el nombre de esa sacra milicia ya extinguida -“storico e non più esistente Ordine del Tempio” según el Osservatore Romano- se arrogan la herencia espiritual e histórica de la misma. El 21 de mayo de 2006 la Secretaría de Estado de la Santa Sede remitió un escrito a todas las misiones diplomáticas acreditadas ante el Vaticano señalando: “Como es sabido, la antigua Orden del Temple (Templarios) fue suprimida por el pontífice Clemente V (1305-1314) y nunca fue restaurada por ningún otro sucesor suyo”.

Los próximos días 4 y 5 de diciembre tendrá lugar en Zaragoza el I Congreso Internacional para la divulgación de la Historia de la Orden del Temple, organizado por miembros de la intitulada Ordo Supremus Templi Hierosolymitani (OSMTH). El asunto no pasaría de una broma si no fuera porque diversas instituciones aragonesas y autoridades locales van a dar su apoyo al pintoresco congreso. Con tal motivo, el Presidente de la Comisión Internacional para las Órdenes de Caballería, Pier Felice degli Uberti, emitió el pasado 25 de septiembre de 2009 un comunicado oficial donde intentaba “desenmascarar la inaceptable mixtificación histórica que se oculta tras la cobertura del Congreso previsto en la capital aragonesa”. No puedo estar más de acuerdo con él.

No es la primera vez que algo similar ocurre en España. En septiembre de 2008 se reunieron en Salamanca unos 300 miembros de una Orden del Temple, cuyo “gran maestre” era Fernando Pinto de Sousa Fontes. En el acto participó la presidenta de la Diputación. Es lamentable que haya funcionarios que presten apoyo con su presencia a estas organizaciones sin enterarse antes de qué tipo de entidades se trata. Deberían saber que la Orden se disolvió durante la segunda sesión del Concilio de Viena, el 3 de abril de 1312, en que se aprobó la Bula Vox in Excelso, emitida por el Papa Clemente V el 22 de marzo de 1312, confirmada por la Bula Ad Providam de 2 de mayo de 1312.

La primera de esas bulas dice: “Nos suprimimos (...) la Orden de los templarios, y su regla, hábito y nombre, mediante un decreto inviolable y perpetuo, y prohibimos enteramente Nos que nadie, en lo sucesivo, entre en la Orden o reciba o use su hábito o presuma de comportarse como un templario. Si alguien actuare en este sentido, incurre automáticamente en excomunión”. Creo que está bastante claro.

 
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