Movimientos marroquíes

Fueron innumerables las astucias que Hassan II maquinó contra España pero eso no impidió que fuera “primo” del rey Juan Carlos, curioso hermanamiento de parentela entre reyes y gitanos. Todos recordamos, años atrás, las lágrimas de don Juan Carlos a la muerte de Hassán. Con Mohamed VI la relación es mucho más tibia, en parte porque Mohamed VI tiene menos cuquería política que su padre y no se esfuerza en disimular. Ciertamente, las visitas de los reyes de España a Marruecos –la última, en enero de 2005- han sido adecuadamente majestuosas. En Tetuán, zona por tradición hostil a la monarquía alauita, las calles retumbaron de vivas a España. Cierto es que Mohamed VI está cuidando especialmente la zona norte del país, su destino vacacional de preferencia.

La mediación, por tanto, de Juan Carlos ante Mohamed VI es más dificultosa. En todo caso, ha habido un cierto espectáculo inejemplar en el cruce de cartas entre Izquierda Unida y la Zarzuela, y la coordinación mejorable con La Moncloa. Nadie ha quedado bien, y cualquiera puede imaginarse las risas malignas en el Majzén. Para la sospecha justificada queda la posible mala situación de las relaciones con la prensa de la Zarzuela tras los últimos –y no bien explicados- movimientos.

La situación ha sido chusca: al Gobierno le espanta la situación generada por la saharaui, apenas puede maniobrar tras tanto mal hecho y tan mala política arrastrada; los artistas y los ecocomunistas se sublevan e intentan que intervenga el Rey, al que detestan, quizá para detestarle aún más, pues esos no son los cauces. Tradicionalmente, la actividad de mediación y de influencia del Rey es algo que se hace muy en privado y con toda discreción. Para el contencioso a propósito de Haidar –como para todo el contencioso saharaui- quien tenía influencia más efectiva era EEUU. A ellos había que haber recurrido en primera instancia, sin quemar a nadie más.

 
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