José Zamoysky de Borbón y su devoción al Rocío

Creo en la Providencia, término cristiano que hoy confunden algunos con la casualidad pero que tienen poco que ver. Hace unos días conocíamos la noticia de que fallecía un primo de don Juan Carlos durante la romería del Rocío. Hubo quién pensó que su muerte era consecuencia de las típicas parrandas de esta romería, pero no, lo que le ataba a este lugar era una devoción de muchos años a la Virgen. Fallecía a los 75 años de edad y con él acababa una historia de Fé entre su familia y la Blanca Paloma.

Se marchaba horas antes de que la imagen saltara la reja y pasara por su casa, dónde cada año la madrugada del domingo al lunes de Pentecostes José Zamoysky de Borbón le esperaba. Una casa que adquirió en la aldea almonteña su madre, la infanta Isabel Alfonsa, nieta de Alfonso XII y hermana de padre de la condesa de Barcelona, doña María de las Mercedes. Su padre era el conde polaco Juan Cancio Zamoyski y Borbón. La pareja tuvo cuatro hijos: Carlos, Cristina, José y Teresa. Tras su boda en el Palacio Real el matrimonio se instaló en Checoslovaquia hasta 1945.

Los problemas llegarían con la Segunda Guerra Mundial. El origen polaco del conde hizo que fuera perseguido por la Gestapo. Cuando llegaron los rusos, su fe cristiana obligó a los Zamoyski-Borbón a regresar a España antes de acabar la contienda. Se instalaron en Sevilla, ciudad en la que se crió la Infanta Isabel, y retomaron a sus tradiciones, las mismas que inculcó a sus hijos, entre ellas la devoción a la Virgen del Rocío. Calaría muy hondo sobre todo en José y Teresa. El primero se casaría en el Altar de las Marismas en 1973, la segunda tomó los habitos de la orden del carmelo con el nombre de hermana Rocío. José ha mantenido hasta su muerte esta devoción.

El día del fallecimiento la Virgen lucía en su pecho un broche de oro y brillantes con el emblema NO&DO regalo de su madre que fue obsequio de la ciudad de Sevilla a la Infanta en el día de su boda. José moría a escasos metros de la Blanca Paloma. Se iba sin poder verla por las calles de la aldea, pero quizá Ella quiso verle más de cerca. No fue una casualidad.

 
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