El príncipe Enrique en el cine

Es fácil representarse al príncipe Guillermo con una clara preferencia por el té mientras que a buen seguro su hermano Enrique privilegia otras bebidas. No está en la rama genética de la monarquía inglesa que acaparó grabados de Leonardo o –como su propio padre- ocupa su tiempo con el urbanismo mesiánico o la teoría agrícola. Enrique es sin embargo acreedor de afectos muy diversos: el que se tiene a aquel que se vio crecer y el que se tiene al gamberro irremediable, por ejemplo.

A la gente se la quiere por sus defectos y es muy seguro que Enrique está colmado, pero al menos sus defectos tienen la mezcla de inocencia y burricie de la juventud y son algo así como el envés de sus virtudes. Es valiente y –como contrapunto- es algo atolondrado. Es divertido y –también como contrapunto- es algo bebedor. Es príncipe y no le hace menos príncipe el haber hecho cosas poco principescas. Se le ha visto sufrir, se le ha visto equivocarse y rabiar y luego pedir perdón con las orejas gachas. Todo el mundo sabe que la caridad le aburre pero por eso estiman su presencia en Lesotho o en una visita letárgica al museo de historia natural.

Su romance –a veces on, a veces off- con Chelsy Davy ha tenido más de serie de televisión para la clase media baja que de complejidad proustiana. De pronto, sabemos de sus problemas porque la muchacha actualiza su perfil en Facebook. Para disculparse, Enrique usa el argumento paradójico de que sus infidelidades no le llenan, pero lo cierto es que el príncipe conoce tanto de las cenizas del desamor como el mendigo. La muchacha, algo así como un resumen biológico del Imperio Británico, es muy obvia, muy rubia y muy poco recomendable: a nadie le ha extrañado, por tanto, que el príncipe haya perdido la cabeza.

El año que viene se estrenará una película sobre la vida del príncipe Enrique. Será un extra de popularidad para quien ha ido ganando corazones casi sin quererlo, desde la parálisis de dolor de la muerte de su madre a su desempeño tan bravío por los yermos de Iraq y Afganistán. De allí tuvo que volver, también con todo dolor de corazón. De alguna manera, sigue perviviendo la constante de que la gente ama más al príncipe cuando también es soldado.

 
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