La debilidad del Rey de Arabia Saudita crea incertidumbre en torno al trono

El “tercer hombre más poderoso del mundo” según la revista Forbes, el Rey Abdallah de Arabia Saudita (de 86 años), se encuentra desde hace unos días en los Estados Unidos recibiendo tratamiento médico tras padecer un coágulo de sangre que agravó otras dolencias. Existe preocupación en términos internacionales sobre cuál es el porvenir del reino más influyente de Oriente Medio, y se espera que se comiencen a agitar los ánimos entre los 7.000 príncipes que esperan heredar la Corona.

El rey sufría de una hernia de disco y un coágulo que presionaba algunos nervios en la parte baja de la espalda, según había informado previamente la Casa Real. Tras despedir emotivamente a su soberano en el aeropuerto de Riad, los ancianos príncipes sauditas han vuelto a cerrar las cortinas en torno a quién regirá desde ahora los destinos del país. Inmediatamente, su hermanastro, el príncipe heredero Sultan -que al parecer padece cáncer-, retornó inmediatamente desde Marruecos a su país para asumir el poder de una nación que siempre ha tenido serios conflictos a la hora de decidirse la sucesión al trono. El Gobierno de Arabia Saudita pretende demostrar a las grandes potencias del mundo no hay ni habrá vacío de poder, pero permanece la incógnita de si será un conservador o un reformista quien se haga con las riendas del reino en el futuro cercano.   “El equipo médico le ha recomendado que viaje a Estados Unidos para visitar un centro especializado en tratamientos de columna”, dijo el ministro de Salud en un mensaje transmitido por la televisión estatal en el que tranquilizó a la población al asegurar que el monarca “está estable” y que “si Dios quiere estará muy pronto de regreso”. Se ignora cuándo sucederá este regreso, pero lo que sí aseguran fuentes diplomáticas es que Sultán, ministro de Defensa y también octogenario, sufre asimismo graves problemas de salud que podrían impedirle su llegada al trono. El príncipe heredero Sultan también goza de una salud muy precaria: fue operado de cáncer en 2008 y 2009 en los Estados Unidos, y llevaba un año de convalecencia en el extranjero cuando fue llamado esta semana a hacerse cargo de la regencia. Su salud, según los analistas en política internacional, es mucho más frágil que la del rey, y podría no sobrevivir a éste.   Los analistas indican que el “número tres del reino”, el Príncipe Nayef -de 76 años, ministro del Interior desde 1975 y designado por el rey segundo viceprimer ministro en 2009- garantiza la continuidad del liderazgo y cuenta con serias opciones de convertirse en rey. La diplomacia y los Gobiernos internacionales no ocultan sus preocupaciones por el porvenir de las incipientes y tibias reformas impulsadas por el Rey Abdallah en materia judicial, educativa y económica si se produce el ascenso al trono del conservador Príncipe Nayef, quien es visto como un tradicionalista en materia religiosa y social muy cercano a los clérigos más radicales. Nayef es un aliado confeso del clero wahabí –el más radical del ala suní del Islam- y no oculta sus reticencias hacia los EE.UU., nación con la cual sólo encuentra como punto en común su hostilidad hacia los chiíes que gobiernan Irán.   El septuagenario Nayif encuentra importantes apoyos entre la Corte Saudita, pese a que hace años el Rey Abdallah creó el Leal Consejo, un órgano formado no sólo por los hijos aún vivos del fundador de la dinastía Saud (alrededor de veinte) sino también por varios nietos y bisnietos, que se encargará de escoger nuevo monarca a la hora del fallecimiento de Abdallah, en contra de lo que se ha realizado tradicionalmente desde 1932, que cada monarca escoja personalmente a su heredero. Para analistas como Christopher Boucek, de la Fundación Carnegie, el cambio generacional, que pondría fin a la gerontocracia saudí, “no se producirá en un futuro próximo”, pese a que es un hecho que la segunda generación de los Al-Saud (hijos de los reyes Saud, Faisal, Khalid, Fahd y Abdallah, y nieto del Rey Ibn Saud) está tomando cada vez más protagonismo en la política nacional saudita.   Los favoritos en la puja por la corona son precisamente hijos de las tres primeras figuras del reino. Nayef designó a su hijo Mohamed viceministro del Interior, pero los sucesos del pasado mes de agosto -un falso arrepentido de Al Qaeda estuvo a punto de volarse con él en su despacho- le han quitado ascendencia en la familia real. Sultán nombró Viceministro de Defensa a su hijo Jaled, de 69 años, que dirigió las fuerzas árabes en la guerra de 1991 contra Sadam y es propietario del influyente diario «Al-Hayat». El propio Rey Abdallah procedió al nombramiento de su hijo Mitab (57 años) como ministro y jefe de la Guardia Nacional, un cuerpo de élite cuya presidencia estaba hasta ahora sólo reservada al monarca. Junto con el nombramiento de su hijo, el soberano aceptó la renuncia de su hermano el Príncipe Badr como vicejefe de la Guardia Nacional, tras haber esgrimido razones de salud. Abdallah, quien ostenta además los cargos de “Custodio de las Dos Santas Mezquitas”, ordenó a las autoridades de la monarquía ejecutar su edicto con efecto inmediato.   En Arabia Saudita (donde gobierna Abdallah desde 2005) los príncipes descendientes del Rey Ibn Saud, fundador del reino, ocupan estratégicamente todos los estamentos de la sociedad: política, economía, turismo, educación, seguridad y religión. Absolutamente todos los ámbitos y asuntos del reino son estrictamente controlados por los cerca de 7.000 príncipes varones de la dinastía Saud, que deben ponerse de acuerdo siempre que se necesite nombrar al príncipe heredero. Cada uno de estos pretendientes al trono tiene varias mujeres legítimas, y algunos pueden llegar a engendrar 50 o 60 hijos en toda su vida. En total, la familia real tiene unos 30.000 miembros. De las buenas y sanas relaciones familiares depende, pues, la estabilidad del país que es, aparte del principar proveedor de petróleo del mundo, crucial para la estabilidad del siempre agitado Oriente Medio, y clave en la lucha contra el terrorismo islámico.   El problema ahora es que, desde hace tiempo, los príncipes situados en lo más alto de la jerarquía de esta monarquía absoluta han alcanzado ya los 70 u 80 años de edad, una constante en esta gerontocracia que amenaza con perpetuarse. Mientras los medios de comunicación oficiales difunden una imagen de unidad de la familia Saud, las tensiones persisten entre los principales aspirantes a convertirse en el próximo monarca.   Darío Silva D´Andrea

 

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