Las monarquías árabes hacen frente a las revueltas y las reformas democráticas

La rebelión en Bahrein y la posible caída de su rey, han avivado el nerviosismo de otras monarquías del Golfo, especialmente la de Arabia Saudita, que envió hace un mes mil soldados y vehículos militares en respuesta a la petición del rey Hamad. Los reyes árabes, principalmente el de Arabia Saudita, temen por la caída de Hamad, porque si la revuelta popular triunfara sería incentivo suficiente para que otros países del Oriente Medio se armaran de coraje y dejaran a sus monarcas sin trono. Las monarquías del Golfo temen que los chiítas se conviertan en instrumento al servicio de Irán, su rival ideológico y político.

rabia Saudita, la nación más poderosa del Oriente Medio, principal exportadora de petróleo en el mundo, enemigo número uno de Irán y aliado incondicional de los Estados Unidos, y gobernada desde 1953 por los hermanos Saud, no está exento de los vientos de cambio que azotan la región.   El país no padeció las masivas revueltas que últimamente sacuden al mundo árabe, pero el disentimiento crece mientras los disturbios se apoderan de los países vecinos, e incluso académicos y escritores, y representantes de la población minoritaria chiíta musulmana llegaron a pedir al rey Abdallah que llevara el país hacia una monarquía constitucional. Las leyes contra las manifestaciones y la fuerte vigilancia policial intimidaron a la mayoría de los potenciales activistas.   Hace unas semanas, en una inusual aparición en TV, el rey Abdallah anunció nuevas medidas económicas para apoyar a los empleados públicos, a los desempleados y a los estudiantes. Todo con el objetivo de procurar que la población del país no se lance a reclamos como las que afectan a otros países de la región. Abdallah destinará fondos extras a las áreas de la vivienda y de la educación para que los sauditas puedan cursar estudios en el exterior y de la seguridad social.   El pasado 1 de abril, el Gobierno de Kuwait, emirato dirigido por el anciano Emir Sabah Al-Javer Al-Sabah, se vio obligado a dimitir para evitar la comparecencia ante el Parlamento de tres de sus ministros, todos ellos miembros de la familia real. La convocatoria por parte de los diputados se produce en medio de quejas por el retraso en las reformas políticas y económicas. Sin embargo, el temor de la monarquía era tener que responder sobre su actuación en la crisis del vecino Bahréin.   Varios centenares de kuwaitíes se manifestaron a primeros de marzo pidiendo el cambio del primer ministro y más libertades políticas, pero la protesta no alcanzó ni de lejos el nivel de Bahrein. La dinastía sunita de ese país, tras un mes de protestas lideradas por la mayoría chiíta, pidió la ayuda de otros miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y recibió tropas de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.   En Bahrein las sangrientas revueltas de febrero y marzo han puesto en jaque a la poderosa dinastía, y al rey Hamad Al-Jalifa -de 60 años- no le ha quedado otra opción que decretar el “estado de seguridad nacional” por un periodo de tres meses luego de varias semanas de movilizaciones de la oposición. Los que participan de las marchas, principalmente ciudadanos chiítas -que son el % 70 de la población-, piden cambios políticos a sus gobernantes, que son sunníes.   Los alrededores de la Plaza de La Perla, centro del ardor popular, así como los centros de las ciudades de Sitra, Hamala, Ma’ameer o Nuwaidrat, quedaron repletos de grafitis y carteles contra la dinastía. “¡Muerte al Rey! ¡Muerte a Al-Jalifa!”, clamaban. En otro lado de la capital, los partidarios de la Corona se concentraban alrededor de la mezquita sunita de Al-Fatah a los gritos de “¡Viva Abu Salam!”, en referencia al rey Hamad.   El rey enfrenta protestas para que dimita el Gobierno y se instaure un sistema de Monarquía Constitucional. Como explica Alí Al-Aswad, del grupo chiíta Wifak: “Estamos a favor de que la familia Al-Jalifa se quede, pero queremos que nuestro país se convierta en una monarquía como la de España o Reino Unido”. La mayoría pide, entre otras cosas, el cese del primer ministro, el príncipe Jalifa bin Salman -de 74 años, tío del rey- que lleva 40 años en el cargo.   En Omán no ha habido revueltas a pesar de ser vecino de Yemen, donde hubo diversas manifestaciones. El sultán Qaboos gobierna con mano de hierro, representando el único poder del país, ya que no hay poder legislativo. La monarquía es completamente hermética, pero su gran ventaja es su capacidad financiera, lo que permite eliminar impuestos, aumentar los salarios y dar ventajas económicas para aminorar cualquier manifestación social.   Este tipo de exigencias persisten en Omán, a pesar de anuncios del sultán Qaboos, en los cuales prometía la creación de empleos y la realización de reformas políticas. Recientemente, las autoridades detuvieron a varias personas durante una serie de violentas protestas en la ciudad industrial de Sohar, empleando gases lacrimógenos, cañones de agua y balas de goma para dispersar a los activistas.   A principios de marzo, el sultán anunció su intención de ceder parte de sus poderes a cargos no provenientes de la familia real. Según un decreto real, el consejo legislativo de Omán tendrá poderes legislativos. Posteriormente, el monarca despidió a varios de sus ministros después de una serie de manifestaciones.   La situación de la monarquía hashemita de Jordania, encabezada por el rey Abdallah II, no es distinta de la de sus vecinos. Esta monarquía constitucional (uno de los pilares principales del reino) ya se vio forzada a aceptar la renuncia del primer ministro y a nombrar a un nuevo líder del gobierno que inicié el proceso de impulsar una reforma política. Más recientemente, el rey expresó su apoyo para introducir las reformas políticas exigidas por los opositores la monarquía, cuyas protestas fueron reprimidas el último fin de semana. “No tememos a la reforma y respetaremos las recomendaciones del comité sobre las enmiendas constitucionales relativas al desarrollo de la ley electoral y la vida parlamentaria”, aseguró el monarca durante una reunión del comité para el Diálogo Nacional presidida por el primer ministro jordano, Maruf Bachit.   El Rey de Jordania es un árbitro en la política del país, pero también es la principal figura. Se apoya de la reina Rania que es de origen palestino, lo que permite controlar y tener legitimidad sobre el alto porcentaje de población palestina o descendientes de palestinos. Rania es una representación de un pueblo dentro y fuera de Jordania, es un símbolo de poder, liderazgo y superación.   Sin embargo, numerosos analistas han puesto en cuestión el papel jugado por la soberana, a quien se ve como demasiado dominante en la política jordana. Un cable de la diplomacia norteamericana de julio de 2009 detalla cómo un partido entre dos de los clubes más reconocidos del país, Al Faisaly y Wihdat, fue cancelado después de disturbios entre los aficionados. La policía jordana intervino para detener la violencia entre fanáticos y los cánticos de frases contra el régimen, disturbios que comenzaron cuando los fanáticos de Faisali comenzaron a cantar frases contra los jordanos de origen palestino, incluyendo a la Reina Rania.   El principal reclamo de los manifestantes jóvenes es más empleo. Según datos oficiales, la tasa de desempleo es de 13.4% pero organizaciones civiles y de derechos humanos reportan 30%. En el país existen los poderes legislativo, ejecutivo y judicial pero el Rey tiene legalmente, amplio dominio sobre ellos.   En Marruecos, la semana pasada la justicia condenó a cuatro años de cárcel a dos jóvenes acusados de haber instigado a las protestas que tuvieron lugar en Rabat el 20 de febrero y que tenían como fin derrocar al rey Mohamed VI. En semanas anteriores, cuatro hombres más habían sido sentenciados a prisión, y numerosas manifestaciones tuvieron lugar en Rabat en las últimas semanas.   Tres partidos políticos marroquíes presentaron a una comisión creada recientemente por el rey Mohammed VI una serie de propuestas para que el país evolucione hacia una “monarquía parlamentaria”, aunque respetando el estatuto religioso del monarca. Más tarde, el rey Mohammed VI anunció importantes reformas políticas, pero un mes después las voces del cambio continúan exigiendo al Gobierno marroquí una transición hacia una monarquía parlamentaria.   Hace unos días, se difundió un documento firmado por 166 personalidades políticas, intelectuales y empresariales, en el que algunas figuras claves del país abogan por la disolución del Gobierno y del Parlamento para iniciar el camino de la reforma a través de un Ejecutivo de coalición nacional.   La única monarquía árabe que ha estado exenta de convulsiones sociales ha sido la del Emirato de Qatar, presidida por el emir Hamad Al-Thani, quien desde que derrocara a su padre, en 1995, ha emprendido una serie de llamativas reformas, como la creación de una Constitución y un poder legislativo, ejecutivo y judicial. La monarquía de Qatar se legitima en gran medida, por el trabajo de la jequesa Sheikh Hamad bin Khalifa Al Thani, que ha sido nombrada una de las mujeres más poderosas del mundo por la Revista Forbes en 2010 y está a cargo de diferentes programas sociales.   A través de un mandato constitucional, el jeque de Qatar ordenó la creación de la televisora Al-Jazeera y prohibió la censura en 2005. Por el contrario, en Qatar están prohibidos los partidos políticos y las manifestaciones públicas. Éstas pueden ser entendidas como insultos a la monarquía y son castigadas con penas carcelarias. La situación social en Qatar es estable. No hay partidos de oposición y según el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas el país se ubica en el lugar 38, en el mismo grupo de países como Suiza o Dinamarca.- Darío Silva D'Andrea

 

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