La eterna fatiga de la princesa Masako de Japón podría agravarse

La princesa Masako de Japón, que lleva en tratamiento médico desde hace más de nueve años por su depresión inducida por el estrés, está apartada prácticamente de la vida pública debido a su enfermedad.

El equipo médico que lleva su caso ha emitido un comunicado explicando cuál es la situación actual de la esposa del heredero al Trono de Japón. Según los médicos, la princesa es "propensa a la fatiga".

Masako, de 48 años, "está en una situación en la que su salud puede agravarse con facilidad debido a la fatiga acumulada", señala el parte médico hecho público el domingo pasado por el gran maestro Kyoji Komachi, según la agencia de noticias japonesa Kyodo.

Komachi, sin embargo, añadió que el diagnóstico "no significa que la condición de la princesa heredera esté yendo a peor". Su equipo médico afirmó que Masako debería descansar lo suficiente antes de incorporarse a su vida oficial más allá de los asuntos privados.

Sin embargo, los médicos quisieron añadir también que eso no quiere decir que su estado de salud esté yendo necesariamente a peor. Mientras tanto, la princesa continúa con el reposo que le ha vuelto a recomendar su equipo médico.

Cuando Masako Owada se casó con el príncipe heredero japonés, en 1993, la juventud japonesa creyó que una fresca ráfaga de aire inundaría el Palacio Imperial, pero aquella joven culta, dinámica y graduada en Harvard en relaciones internacionales, pasó a ser la kotaishihi ("princesa") triste e invisible.

Hoy atraviesa una profunda depresión, provocada sobre todo por la presión de la Corte y por no haber podido tener hijos varones.

Masako nunca fue la candidata ideal de la Corte para casarse con el futuro emperador, a quien le dieron una lista de 100 candidatas "perfectas" para olvidar a Masako. Los funcionarios no la creían digna, por ser plebeya y demasiado liberal y moderna.

Ni bien traspasó los fosos y muros de palacio, la transformaron a su antojo. Masako perdió su libertad y su naturalidad espontánea. Restringida por un protocolo feroz, Masako languidece, sometida a normas asfixiantes y con funciones oficiales inexistentes.

Está obligada a caminar silenciosa y con la cabeza inclinada, tres pasos detrás de su marido. No puede vestirse ni bañarse sola, ver TV, usar anteojos, o mirar a un hombre a los ojos. Rara vez puede ver a sus padres, y casi nunca puede salir de palacio. Coronas Reales

 

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