Malos tiempos para la Corona

No se dilucidan únicamente problemas familiares, derechos de una dinastía, decisiones personales o conductas inapropiadas. Se está ventilando la Jefatura del Estado.

Se juntan demasiadas cosas y demasiados acontecimientos en torno a la familia real de España. Siempre con la sordina que, todavía, se impone en la opinión pública hacia las personas del rey y su familia, la veda se ha levantado y las voces proliferan en uno u otro sentido.

Bien es verdad que se deja al margen la figura del príncipe de Asturias pero puede llegar un momento que esa figura no baste para sostener en pie la institución.

La palabra abdicación es ya de uso común, casi de tan común uso como las alusiones a la III República. La abdicación de la reina de Holanda ha dado pie a especulaciones absurdas sobre la conveniencia de que Don Juan Carlos siguiera su camino. Absurdas porque ni la monarquía, ni el país ni las circunstancias son las mismas, por mucho que los años de los monarcas y los de los príncipes herederos sean los mismos. Solamente faltaría que los tiempos de la Jefatura del Estado en España los marcara la casa de Orange.

Pero sí extraña que ante tanta diatriba sobre la monarquía se ciña todo a una familia, a las decisiones de una persona, a los momentos de unas personas, a la idoneidad de unos y otros. En definitiva se centre todo el problema en los intereses, la oportunidad o la situación de la familia real.

Suena todo un poco a patrimonio típico de la Edad Media. Con independencia de la familia real estamos hablando de la Jefatura de Estado de España y ahí, como en el caso de la abdicación tienen mucho que decir todos los españoles, por ejemplo a través de sus representantes en el Congreso de los Diputados.

Convendría no mirar tanto a los detalles familiares ni a las actuaciones de personas concretas para dejar claro que la situación, la que sea, de la monarquía es algo que atañe directamente a todos los españoles y no solamente a una familia.

No se trata solamente de las decisiones de la familia o de las personas que representan a la monarquía parlamentaria y que tienen unos derechos dinásticos. Tampoco se trata de discutir si una persona debe de ceder esos derechos o si los españoles prefieren a un presidente, en vez de un rey, en la Jefatura del Estado. Se trata precisamente de eso, de que por encima de aspectos personales, familiares, conductas inapropiadas o apropiadas, lo que se está ventilando es la Jefatura del Estado de un país, y ante eso hay que reflexionar, por encima de personas y de familias. Y, además, han de reflexionar todos los españoles.

Pero para esa reflexión se necesita información, y escudarse en aspectos procesales, en fechas de declaraciones o en triquiñuelas jurídicas para hurtar la transparencia necesaria y a la que tiene derecho la opinión pública no es bueno para nadie y, en este caso, mucho menos para la Corona.

 

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