El empresario Ignacio de Jacob y Gómez ingresa en la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén
Ha sido investido como Caballero con la bendición S.S. el Papa Francisco. Es la más antigua de la Cristiandad, a la que pertenecen poco más de 300 personas en toda España
Ignacio de Jacob y Gómez (también conocido como Nacho Jacob), conde de Pozos Dulces, empresario de éxito y uno de los asesores de imagen y relaciones públicas más reconocidos, ha sido nombrado Caballero de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, la Orden de caballería más antigua de la Cristiandad y una de las de más difícil acceso. Además, es la única Orden, junto con la de Malta, reconocida por el Estado español.
Tal y como ha podido saber Monarquía Confidencial, Ignacio de Jacob, tras ser investido, ha explicado que es “un honor” formar parte de la Orden pero que también supone un compromiso consigo mismo. Un doble compromiso hacia la Orden, puesto que va a poder colaborar en la defensa de los cristianos que viven en Tierra Santa, que en muchos casos se ven desamparados, así como en las labores de mejora asistencial en hospitales infantiles, con enfermos, refugiados, etc.
Asimismo, ha explicado que esto, además, ha fortalecido su fe y también le ha hecho recordar ciertas obligaciones hacia los demás que no debe descuidar. “Como llevar el mensaje de la paz y la concordia a una tierra donde hay tantas diferencias étnicas y religiosas”, asegura.
Para entender un poco más lo que supone ingresar en una Orden con tanta historia hay que saber que el Santo Sepulcro de Jerusalén, el lugar donde según la tradición fue sepultado Jesús, comenzó a ser custodiado en 1098, después de que Godofredo de Bouillón, duque de la Baja Lorena, saliera victorioso de la Primera Cruzada. Bouillón encargó a un grupo de caballeros la protección del templo, surgiendo así los primeros Caballeros Sepulcristas, que constituían una guardia noble que velaba con sus armas noche y día protegiendo las murallas de Jerusalén y acompañando a sus reyes en todas las batallas.
Pero lógicamente, en pleno siglo XXI, han quedado atrás los tiempos de los caballeros de brillante armadura que a punta de lanza y espada defendían la tumba de Cristo, por mucho que las amenazas de radicales islamistas sigan estando presentes. “Actualmente, las armas se han cambiado por la solidaridad fraternal, por el cuidado a los demás”, afirma Ignacio de Jacob.
Para lograr ingresar en la Orden, a la que sólo pertenecen algo más de 300 caballeros en toda España, hay que contar con una buena formación académica y, a ser posible, con un linaje noble. De Jacob aclara que “hoy por hoy los títulos no son un requisito y aunque se tienen en consideración, lo que se exige es la nobleza personal”, explica. Son unas formalidades muy estrictas, ya que es el propio Vaticano el que concede tan gran distinción.
Ignacio de Jacob y Gómez es un joven aristócrata, licenciado en Administración y Dirección de Empresas y Psicología, además de contar con numerosos masters, premios y reconocimientos, “pero el ingreso en la Orden va mucho más allá de los títulos y del nivel socio-cultural en el que hayas nacido, es una vocación. De hecho, la Orden cada vez está más abierta porque cuanta más gente extienda el mensaje de Jesús, mucho mejor”, afirma.
Ignacio de Jacob tiene en su haber el premio Paloma de la Paz, otorgado por la ONG Mensajeros de la Paz, que le concedió el Padre Ángel, premio Príncipe de Asturias; el Premio Perséfone, del Club de Medios, concedido por Luis María Ansón, de la Real Academia Española; la Gran Cruz de Santiago, que concede la Asociación Nacional de la Guardia Civil; o la Medalla de Oro al Mérito Humanitario de Andalucía, que recibió de manos de Amanda Copete, coordinadora de Participación Ciudadana y Voluntariado de la Junta de Andalucía e Ana Isabel Díaz, directora general del Distrito Norte, del Ayuntamiento de Sevilla.
Aprovechando este honor que se le ha concedido, De Jacob destaca que quiere explicar que la Orden no está para presumir, ni es un símbolo de ostentación, al contrario, los caballeros debemos ser un atributo de sencillez y tenemos que estar con los tiempos”, concluye.