Serían contactos discretos que no trascenderían

El rey puede ampliar más allá de los partidos la ronda de consultas para formar Gobierno

Juan Carlos I se reunió alguna vez con autoridades y personalidades de prestigio tras las elecciones generales

El rey Felipe saluda a Mariano Rajoy en su despacho del Palacio de la Zarzuela.
El rey Felipe saluda a Mariano Rajoy en su despacho del Palacio de la Zarzuela.

Un año y medio después de asumir la Corona, Felipe VI se enfrenta a uno de los retos más importantes como rey de España. Los resultados de las elecciones del 20 de diciembre no han dejado claro quién será el próximo presidente del Gobierno, lo que da más relevancia a la ronda de consultas que el rey abrirá con los grupos parlamentarios de las Cortes.

Esta será la primera vez que don Felipe se encargue de cumplir la función que la Constitución encomienda al Jefe del Estado en sus artículos 62. d) y 99: proponer al Congreso al candidato a ser nombrado presidente del Gobierno después de recibir en consultas a los portavoces de los grupos parlamentarios.

La compleja situación política que ha dejado el 20-D, en la que el PP no le basta con Ciudadanos para tener mayoría absoluta y el PSOE necesitaría a más de una decena de partidos, entre ellos independentistas, para investir a Pedro Sánchez, ha hecho que todas las miradas se dirijan hacia el rey.

La ronda de consultas en Zarzuela que otras veces era un mero trámite protolocario se antoja ahora decisiva, ya que el rey tendrá que proponer a un candidato que, presumiblemente, ya cuente con los votos necesarios para ser investido presidente.

Monarquía Confidencial ha consultado con Antonio Torres del Moral, catedrático emérito de Derecho Constitucional de la UNED y experto en el tema, cuál puede ser el papel que ejerza el rey en esta coyuntura política.

El papel del rey: animar a encontrar una solución

Torres explica que la Constitución, y también el reglamento del Congreso de los Diputados, sólo regulan la facultad del rey de proponer al candidato a presidente de forma genérica. Como normalmente los resultados electorales son “suficientemente expresivos”, sólo juega un papel como el que tiene el monarca en Inglaterra: el de advertir y aconsejar al nuevo presidente.

Sin embargo, la situación de indefinición que han dejado las últimas elecciones hacen que “el papel del rey crezca, para que anime a los partidos a superar este bache y lleguen a un acuerdo”. Aunque don Felipe no deba implicarse hasta el punto de apoyar a un candidato -“si sale mal, debilitaría al rey”-, Antonio Torres del Moral apunta que el rey lo que tiene que hacer, conforme al mandato constitucional, es hablar, advertir, aconsejar y tratar de aunar voluntades para que se llegue a un acuerdo.

Y en esas conversaciones, el catedrático de Derecho Constitucional asegura que no sólo tiene porqué haber políticos de los partidos que han conseguido representación en las Cortes Generales en las últimas elecciones. “La Constitución establece que consulte a los representantes de los grupos parlamentarios, pero no tiene impedido recibir a otras personas que no pertenezcan a esos partidos, o a ningún partido”, explica Torres del Moral.

Este constitucionalista asegura que con ocasión de anteriores elecciones, Juan Carlos I recibió a personas ajenas a los grupos parlamentarios. Lo hizo con discreción, sin anunciarlo, aunque luego se supiera a posteriori que había habido esas audiencias en Zarzuela.

“El rey puede consultar a personas de su entorno, de su confianza, o personalidades de prestigio nacional, cuya opinión sea relevante”, afirma Antonio Torres del Moral. Apunta, como ejemplo, el caso de que el rey se reuniera con el presidente del Tribunal Constitucional, como cabeza de una de las principales instituciones de España. O que decidiera recabar la visión de políticos que no hayan conseguido escaño, como podría ser UPyD.

 

Estas consultas no se anunciarían, y sobre todo no se daría a conocer el contenido de las mismas. A diferencia de lo que ocurriría con los grupos del Congreso, estas consultas no servirían para saber qué apoyos parlamentarios tiene cada candidato, sino más bien para recoger opiniones de fuera de los partidos implicados e ideas que pudieran servir si, eventualmente, la situación se atascara.

Dilatar las conversaciones hasta llegar a un acuerdo

Como la Constitución fija un plazo máximo de dos meses a partir de la primera votación de investidura, antes de volver a convocar elecciones si todavía no hay presidente del Gobierno, Antonio Torres del Moral señala a MC que el rey puede alargar el período de consultas antes de comunicar al presidente del Congreso el nombre del candidato para someterlo a votación.

“El rey puede dilatarlas si ve que con esas conversaciones y consultas puede conseguir algo. Lo bueno es extenderlas al máximo para llegar a proponer a un candidato que tenga asegurada la mayoría”, reflexiona este experto. Torres recuerda el caso de 1996, cuando el plazo se alargó porque José María Aznar estaba negociando con Jordi Pujol el apoyo de CiU que necesitaba para ser investido.

Cuando tenga claro el candidato a proponer, el rey lo comunicará al presidente del Congreso, que será quien refrende su decisión.

Antonio Torres del Moral recuerda que en su momento, los monárquicos eran partidarios de que el rey tuviera más protagonismo político. Incluso se debatió la posibilidad de que el rey pudiera proponer a candidatos que no fueran a tener el apoyo del Congreso, para así forzar la repetición de elecciones. Pero eso hubiera debilitado la institución de la Corona.

El catedrático remarca que la española, como en otros países de Europa, es una monarquía parlamentaria, por lo que el rey tiene un papel simbólico. Eso sí, hay diferencias. En Bélgica sí que toma un mayor partido en solucionar las recurrentes crisis políticas nombrando al primer ministro.

En el Reino Unido, ahora la reina Isabel se limita a someter a la Cámara de los Comunes el nombre del ganador de las elecciones. Ni siquiera está prescrito que tenga que mantener conversaciones con todos los partidos, aunque a veces se ha hecho. En Suecia, como ejemplo de otro caso, el nombamiento es automático y el rey apenas tiene un papel en este asunto.

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